Le asignamos alto valor a diferentes cosas. Cuanto más valioso consideramos algo, más estamos dispuestos a pagar por ello, no sólo en el sentido monetario sino en cualquier tipo de recurso, ya sea tiempo o esfuerzo. Mucha gente pasa toda su vida coleccionando cosas de valor o persiguiéndolas o simplemente anhelándolas. Lo cierto es que de alguna forma, todos quisiéramos ser dueños de cosas valiosas y tratamos de enseñar a nuestros hijos a que hagan lo mismo, que busquen lo mejor, lo más valioso.
El problema es que no todo lo que percibimos como valioso lo es en realidad y no todo es tan valioso.
Proverbios 22.1 dice:
Más valiosa es la buena fama que las muchas riquezas, y más que oro y plata, la buena reputación.
Para Dios, nada material llega a superar el valor de tener un buen nombre. Por cierto, esto es lo mejor que podemos heredar a nuestros hijos, un nombre que sea sinónimo de integridad y consistencia.
Las sociedades serían mejores si las personas trabajaran en construir su integridad. Tener un buen nombre no es sólo valioso sino decisivo para la convivencia y progreso de las familias, sociedades y naciones.
Esforcémonos por construir y mantener un buen nombre, pongamos todos los recursos de los que disponemos para este fin y enseñemos que no hay nada más valioso que esto.