Hoy tenía planeado dedicar mi día a dos cosas, ambas muy pero muy urgentes, la segunda dependía de la primera. La primera no dependía de mí sino de un amigo, esta primera nunca sucedió, en consecuencia mi plan para hoy quedó frustrado.
Una de las sensaciones más desagradables es esta de depender de un tercero para quien no somos una prioridad. Esto no necesariamente tiene que ver con alguna mala intensión o con algún tipo de maltrato de este tercero, sino simplemente con el hecho de que todos tienen sus ocupaciones y sus propios asuntos por resolver, asuntos que por ser personales se vuelven «la prioridad» y a nosotros solo nos queda esperar nuestro turno.
En la vida, muchas veces vamos a encontrarnos esperando nuestro turno, esta situación, aunque incómoda, no debería quitarnos la alegría de vivir ni la buena actitud. En todo caso, esta experiencia nos debería hacer entender que muchas veces nosotros también hacemos esperar a otros y además, debería hacernos reflexionar sobre si deseamos hacer que otros se sientan como nosotros nos sentimos cuando tenemos que esperar, o quisiéramos librarlos de esta incomodidad.
Por mi parte, con buen humor, aunque a la misma vez con mucha ilusión, espero que mañana mi espera termine, me toque por fin mi turno y pueda concretar el plan que hoy quedó frustrado.